jueves, 10 de abril de 2014

Un proyecto memorable. El parque de mi pueblo (#ABPmooc_INTEF)

Llegaba la primavera en aquel pequeño pueblo sin parques.

El profesor, Don Joaquín se llamaba, nos dijo, nos vamos a la calle. Algarabía, saltos, y la sensación de libertad que tienen los escolares cuando abandonan los espacios propios de la escuela. Caminamos, más o menos en filas, más o menos en orden. No había demasiados coches circulando, no había demasiados peligros. Llegamos a aquel gran solar. Habían pasado algunos días desde que fui por última vez y lo que antes eran pastos, basura, troncos y plásticos, ahora se presentaba ante mis ojos, ante nuestros ojos de alumnos, como un papel en blanco donde escribir. Las máquinas lo habían limpiado y todo estaba liso y vacío (cuan "tabula rasa" supe que se podía decir luego). Allí al lado, en sacos, piquetas de
madera, cuerdas y cal. Todos alrededor del maestro. Instrucciones. Nada escrito. Y de pronto, como si lo hubiésemos hecho mil veces, marcamos ángulos, líneas, entradas, salidas, lugares para árboles, espacio central. Estábamos diseñando un parque. Estábamos diseñando nuestro parque. Nos golpeamos con algún un martillo en alguna uña (¡¡¡qué negra se puso!!!), rompimos varias cuerdas, clavamos alguna piqueta desviada de su posición en un plano que el maestro esgrimía cuan arquitecto, y de la cal, de la cal es mejor no hablar, fueron nuestras madres las que luego recogieron en nuestras casas los restos de la misma en cabellos, calcetines y bolsillos. Todo quedó marcado, todo señalado.

Volvimos a los pocos días y plantamos árboles en los lugares que habíamos "dicho" a la máquina para que nos hiciese los agujeros a modo de grandes tiestos. Usamos estiércol, olía fatal. Aun recuerdo aquella Morera que sembramos un amigo y yo, aún está allí.

Así se hizo el parque donde pasé parte de mi niñez. Así lo hicimos.

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